1818-1814 ESPAÑA CONTRA ESPAÑA. CLAVES Y HORRORES DE LA PRIMERA GUERRA CIVIL
Por las páginas de este libro desfilan personajes y sucesos que hundieron España en el infierno de la guerra más brutal y devastadora que hasta entonces había padecido. Este conflicto sentó las bases de los siguientes enfrentamientos civiles que asolarían el país hasta el de 1936-1939, dado su moderno componente de enfrentamiento ideológico. Fue una guerra de todos contra todos, de bandos absurdos, intercambiables y, a menudo, equivocados, en contra de lo que se ha vendido hasta ahora. No fue estrictamente de independencia, Fernando VII no representó más que José los intereses de la Nación y ni tan siquiera estalló de la voluntad popular. Produjo un saldo enorme de patriotas con el alma escindida, de hombres y mujeres #afrancesados, ilustrados, liberales, gente de paz... que mantuvieron la lucha dentro de su propio corazón.
UN PUEBLO DIRIGIDO POR LOS MEJORES
Linaje y dinero en las grandes familias vascasAuge y ocaso de NeguriEl escándalo de las cuentas secretas del BBVA ha dado la puntilla al poder que aún detentaban las familias de Neguri. Es el final de una oligarquía industrial y financiera con más de un siglo de historia, que practicó sin reparos la endogamia y se sirvió de los puestos políticos que ocuparon algunos de sus miembros para velar por sus intereses empresariales. |
Por Gonzalo San Segundo Se llama Emilio Ybarra y Churruca (San Sebastián, 1936), licenciado en Derecho y Económicas y es uno de los más genuinos representantes de la oligarquía vasca. Presidió el Banco Bilbao Vizcaya (1989-1999), copresidió el BBVA (1999-2001) y es consejero y destacado accionista de importantes empresas industriales y mediáticas, como Repsol YPF, Iberdrola y el Grupo Correo. Ahora acaba de cerrar un capítulo, quizás el libro, de la historia viva de Neguri, por culpa de unas cuentas secretas abiertas en el paraíso fiscal de Jersey cuando presidía el BBV. El exclusivo barrio bilbaíno de Getxo (ver apoyo La ciudad de invierno), residencia primero veraniega, luego permanente, de los millonarios vizcaínos, y con más de un siglo de vida a sus espaldas, ya no será el mismo. Especialmente, entre las familias con linaje que lo habitan, creadoras, desde mediados del siglo XIX, de una buena parte del desarrollo industrial y financiero de este país. Pero el eclipse del poder de las familias de Neguri ha sido paulatino a lo largo de los años. Comenzaron a construir su poderío hace siglo y medio, y en la década de 1920 brillaron como nadie, invirtiendo en minas, siderurgia, navieras, bienes de equipo y sector financiero, fundamentalmente. Su resplandor económico y carácter emprendedor no tenía parangón. Así, en los años 30, las familias de Neguri controlaban las tres cuartas partes del acero y la mitad del hierro que se producían en España. Además de una buena parte de la producción eléctrica por medio de Iberduero (hoy Iberdrola) y Sevillana de Electricidad, compañías presididas, respectivamente, por Íñigo de Oriol e Ybarra (Madrid, 1935) y Jaime Ybarra Llosent (Sevilla, 1938). En 1921, por poner un ejemplo, cuatro Ybarras ocupaban 46 puestos en los consejos de administrración de las principales empresas españoles, tales como Altos Hornos de Vizcaya, Sociedad Española de Construcción Naval, Compañía Marítima del Nervión, Sociedad Española de Minas del Rif, Compañía de los Caminos de Hierro del Norte de España, Hidroeléctrica Española, Babcock & Wilcox y Banco de Vizcaya, según detallan Santiago Roldán y José Luis García Delgado en su obra La formación de la sociedad capitalista en España, 1914-1920. En el País Vasco, la familia Ybarra era el grupo empresarial quizás más poderoso, sólo comparable al de Sota y Aznar. Y “en España, me atrevo a pensar que sólo el grupo Comillas-Güell en Cataluña y el de los Urquijo en Madrid podrían comparársele”, amplía el profesor de la Universidad de Alicante Pablo Díaz Morlán. En el podio del poder económico permanecieron los de Neguri hasta los años 70 del siglo pasado. Según el historiador británico Raymond Carr, “los hombres realmente ricos de España a partir de 1900, con pocas excepciones, eran vascos”. Y casi todos ellos pertenecían al clan Neguri. La reconversión industrial les hizo perder ingresos, cuotas de dominio y señorío. No tuvieron más remedio que reconvertirse ellos también y ceder fuero a apellidos corrientes, sin alcurnia, que se internaban, y con éxito, en negocios nuevos y prósperos. Y de ahí salieron nuevas fortunas, que superaron ampliamente a las de Neguri, como las de las familias Del Pino, Serratosa, Entrecanales y las Koplowitz. No tuvieron más remedio que refugiarse en su reducto financiero: el BBV, que no era suyo, aunque lo controlaban, pues las partricipaciones directas de todos los consejeros del banco ligados a las familias de Neguri en 1999 no llegaba al 0,6% del capital. La banda terrorista ETA contribuyó en buena medida a la decadencia de esas familias. Los asesinatos de Javier Ybarra y Bergé en 1977, cuando era presidente de Babcock Wilcox, de El Correo-El Pueblo Vasco y consejero del Banco de Bilbao (los Ybarra, divididos, no pagaron el rescate exigido por la banda), y de Enrique Aresti Urien, conde de Aresti, en 1980, así como los secuestros con final feliz de José Lipperheide, Cosme Delclaux y Miguel Echevarría, hicieron que Neguri se replegara. Luego, las fusiones bancarias dejaron también honda huella. Primero, la del Banco de Bilbao con el Vizcaya y, más tarde, la del BBV con Argentaria, mermaron considerablemente el poder de las tradicionales familias de Neguri presentes en las entidades vizcaínas, beneficiándose de ello personas ajenas a su círculo y genealogía. Un siglo después, Neguri ya no es ni la sombra de lo que fue. No obstante, las familias han conservado –y conservan– normas, reglas y funcionamiento de ogaño. Por ejemplo, la práctica endogámica y el ser un coto cerrado para extraños que llaman a su puerta, por mucho dinero que tuvieran y por mucha sangre vasca que presentaran. Fue el caso de Luis Olarra, creador de las bodegas que llevan su nombre. Un día, Olarra se fue a vivir a Neguri y quiso entrar en el rancio cogollo de las familias, que se concreta en el Club de Golf La Galea. Le sacaron lo que ellos llaman “la pelota negra”, que no era –y es– otra cosa que un no a sus pretensiones. Le consideraban un adinerado advenedizo. Ese club, sustituto del Club Marítimo que ETA incendió, es el sanctasanctorum de Neguri. Hay familias adineradas vascas que conviven en Neguri con las tradicionales, entre las que se encuentran los Aguirre, Ampuero, Careaga, Delclaux, Echevarrieta, Icaza, Lequerica, Lezama-Leguizamón, Lipperheide, McMahon, Martínez Rivas, Sendagorta, Sota, Ybarra y Zubiría. Apellidos como Barandiarán, Basabe, Knörr, Muguruza, Nebreda y Zubiaga, no están considerados como tradicionales, es decir, llegaron a Neguri más tarde o “no eran tan representativos social y empresarialmente hablando”, según fuentes conocedoras de este singular colectivo. No obstante, los de siempre les admitieron en su seno. En general, las familias de Neguri tenían como máxima el procrear muchos hijos, educarlos en las mejores universidades del país y del extranjero, preparlos en las empresas familiares y delegar en ellos antes de morir. Paradigma de ese comportamiento fueron los Ybarra, lo que, en opinión del profesor Díaz Morlán, constituyó uno de los factores que les llevaron al éxito. Ahora, ya se sabe, unas cuentas secretas en paraísos fiscales podrían conducirles ante un tribunal. Negocios y política Las familias de Neguri siempre han tenido representantes en la política. Una manera de velar por sus negocios desde la retaguardia, de guardarles las espaldas. Su estrategia siempre fue estar con el poder central, el de Madrid, tuviera éste el color que tuviera. No hacían otra cosa que poner en marcha el pragmatismo capitalista. Aunque alguna rama, como los Sota, se significara por su apuesta nacionalista. En el quehacer político, los de Neguri amanecieron temprano. En el siglo XIX, Eduardo y Tomás Ybarra González, de la rama sevillana de los Ybarra, fueron dirigentes del Partido Conservador en Sevilla y ocuparon sendos puestos en el Congreso y el Senado. Y Francisco Mac Mahón fue alcalde de Bilbao y gobernador de Vizcaya. A principios del XX, Horacio Echevarría Mauri, uno de los líderes del republicanismo vizcaíno, salió elegido diputado a Cortes por la Conjunción Republicano-Socialista. Tomás de Zubiría e Ybarra fue diputado nacional como liberal independiente, obteniendo el acta por Bilbao en las elecciones en las que fue elegido Pablo Iglesias por la misma circunscripción. Su pariente Fernando María de Ybarra le tomó el relevo y sus hijos Rafael y Gabriel Zubiría de Somonte fueron, respectivamente, presidente de la Diputación de Vizcaya y vicepresidente de la Juventud Monárquica. Enrique Aresti Torre fue presidente de la Diputación Provincial de Vizcaya, donde coincidió con Sabino Arana, gobernador civil de esta provincia y miembro de la corporación municipal de Bilbao. Esos cargos, la diputación y la alcaldía bilbaína, junto con la de Getxo, fueron los que más apetecieron y coparon los de Neguri, especialmente durante el franquismo, sillones que consideraban claves para sus intereses. Por ejemplo, Plácido Careaga de la Hormaza fue presidente de la diputación vizcaína en los años 40; tres décadas después, un descendiente suyo, Pilar Careaga Basabe, fue nombrada alcaldesa, muy polémica, de Bilbao; José Félix de Lequerica ocupó el cargo de embajador de España en la ONU. Alguno, incluso, dio el salto a Madrid, tal que Fernando de Ybarra y López Dóriga, fallecido marqués de Ariluce, que fue subsecretario con Laureano López Rodó, ministro Comisario del Plan de Desarrollo. En la democracia, a partir de 1977, merodearon en torno a Alianza Popular, acogiendo con simpatía ciertos aspectos del PSOE, como su marcado españolismo, partido al que apoyaron en más de una ocasión. En las últimas elecciones vascas, apoyaron al PNV, ante la intransigente postura que tomó el PP. Actualmente, Pilar Aresti Victoria de Lecea es senadora del PP por Vizcaya. Cruces y endogamiaEn esencia, la aristocracia industrial y financiera de Neguri siempre ha permanecido fiel al terruño y a sus apellidos, puros entre ellos, lo que ha producido la formación de una clase endogámica con mezclas, incluso, de sangres. Así, los Ybarra y Zubiría, apellidos que ya se unieron en el siglo XIX, se encontraban en los consejos de administración del BBVA (también Zubiría y Mac Mahón), y se hallan en el Grupo Correo e Iberdrola. En el grupo mediático también aparece Enrique de Ybarra e Ybarra. Y el cónsul honorario de Irlanda en Bilbao se llama Patrick de la Sota McMahon. Aguirre-Lipperheide, Aguirre-Ybarra y Delclaux-Zubiría son otros vínculos sanguíneos entre la oligarquía de Neguri.El profesor de la Universidad de Alicante, Pablo Díaz Morlán, proporciona estos datos: “De un total de 382 casamientos realizados por miembros de las generaciones cuarta, quinta y sexta (de la familia Ybarra), 40 fueron endogámicos”, es decir, un 10,5%. Pero si se hace el recuento por ramas familiares, la endogamia representa el 5% de las bodas celebradas por los Ybarra sevillanos y un 20% entre los enlaces de los Ybarra y González Careaga, los Ybarra y López de Calle y los descendientes de Cosme Zubiría. Pero no todos quedaron en el País Vasco. Una rama de la familia Ybarra decidió emigrar a Andalucía a mediados del siglo XIX y se emparentó (ya lo estaban en los negocios) con otras oligarquías, como los Domecq o los Vilallonga en Cataluña. Y, por mucho que brille su abolengo, en las familias de Neguri hay excepciones a la hora de seguir la tradición. Es el caso de Casilda Ampuero, casada con el laureado general Valera. Y, más llamativamente, el de su hija Casilda Valera Ampuero, que contrajo matrimonio con el guitarrista gaditano Paco de Lucía. Una nota folclórica más: entre los fundadores de la Feria de Abril de Sevilla figura un Ybarra. Las familiasNo están todas las que son, pero sí son las más significativas, tradicionales, emprendedoras y ricas de entre las que componen el llamado clan de Neguri.Aguirre. Apellido ligado al desarrollo de la siderurgia. Eduardo de Aguirre Alonso-Allende (Las Arenas, Vizcaya, 1942), licenciado en Económicas, era consejero del BBVA. También ocupó los cargos de presidente de Privanza, de la aseguradora Axa Aurora y la vicepresidencia del Banco de Bilbao. Dolores Aguirre Ybarra, viuda de Federico Lipperheide Wick, es la famosa ganadera de reses bravas y uno de los accionistas a título individual más importantes del BBVA. Ampuero. Familia ligada a las industrias naviera y cementera y vinculada al Banco de Bilbao desde su fundación. José Domingo Ampuero y Osma (Getxo, Vizcaya, 1949), ingeniero industrial, es presidente de Cementos Lemona y significado accionista de Bodegas y Bebidas. Hasta hace unos días ejerció las vicepresidencias del BBVA y de Iberdrola. Su padre, Pedro Ampuero, fue consejero del Banco de Bilbao y uno de los fundadores de la entidad. Aresti. Vinculados tradicionalmente a la industria del papel (Papelera Española, Cellophane Española, Unión Resinera y luego Scott), tienen en Enrique Aresti y Torre a su más preclaro representante. Entre otros negocios, fundó Papelera del Cadagua, Compañía del Ferrocarril de Santander a Bilbao, la Sociedad de Plomos y Estaños Laminados y Terrenos de Neguri, ésta junto con Valentín Gorbeña y José Amán, el bisabuelo del ex secretario general del PSOE, Joaquín Almunia, y fue consejero del Banco de Bilbao. Decidido impulsor del clan de Neguri y de hondas convicciones monárquicas y liberales, en 1908 Alfonso XIII le concedió el título de conde de Aresti. Su hijo José Aresti heredó el entusiasmo emprendedor del conde y el emporio familiar, y durante 50 años fue consejero del BB. Su nieto Francisco Javier Aresti y Victoria de Lecea, profesionalmente vinculado a negocios papeleros y al sector eléctrico, era consejero del BBVA. Es descendiente, a su vez, del conde de Arteche, que fue presidente del Banco de Bilbao tras la Guerra Civil. Chalbaud. Empresarios siderúrgicos y bien avenidos con el nacionalismo. Francisco Javier Chalbaud, ex presidente de la empresa editora del diario Deia, se asoció con Xabier Arzalluz y abrieron un bufete en Bilbao. Delclaux. Industriales del vidrio, esta familia tiene a Isidoro Delclaux Aróstegui (1894-1984) como uno de los principales impulsores de la economía vizcaína. Partiendo de La Verdad, una empresa de compraventa de vidrios y metales creada por su padre, Isidoro Delclaux Ibarzábal, derivó en lo que hoy es Vidrala, compañía que preside Álvaro Delclaux Barrenechea. El vicepresidente es su primo Carlos Delclaux Zulueta. José Manuel Declaux, hermano de Cosme, el abogado secuestrado por ETA, fue consejero del BBV. De por medio quedan iniciativas y presencia en consejos de administración como Vidrieras de Arte, Vidrieras de Llodio, Valca, Argón (hoy Praxair), Vidrieras de Alava, Delta Eléctrica, Financiera Española, Tuvos Reunidos, Petronor y muchas más empresas. También fue consejero de Altos Hornos de Vizcaya, Campsa y Banco de Vizcaya. Unió a su quehacer empresarial el de viajero impenitente (“el arte de viajar consiste en vivir, no en ver”, dijo en una ocasión), lo que le llevó a escribir libros de viajes y una historia económica de Vizcaya. Los últimos años de su vida activa, que en su mayor parte se desarrollaron entre el boom siderúrgico y la reconversión industrial, los pasó como presidente de la Cámara de Comercio de Bilbao. Echevarrieta. Horacio Echevarrieta Marauri (1870-1963) heredó de su padre Cosme Echevarrieta Lascurain, una de las mayores fortunas de Vizcaya, amasada en un par de décadas a base de la actividad extractiva minera y la especulación de terrenos. Sobre esa base, Horacio, por medio de Casa Echevarrieta y Larrínaga, engrandeció el imperio familiar: más empresas mineras y negocios en los sectores naviero, cementero, eléctrico e inmobiliario. En 1917 se compró un palacio en la madrileña calle de Claudio Coello, a donde trasladó su residencia. Adquirió Astilleros de Cádiz, urbanizó la Gran Vía de Madrid (quizás su mejor inversión), donde construyó la Casa de la Prensa, y cofundó el Ferrocarril Metropolitano de Barcelona, del que fue presidente, entre otras muchas iniciativas. Disminuida considerablemente su fortuna, dejó a sus herederos unas fincas, dos palacios y el producto de la venta al Estado de la factoría de Cádiz. Icaza. Se emparentaron con los Zabalburu, una de las familias más ricas de Vizcaya, y éstos, en el siglo XIX, con los Ybarra, por medio del matrimonio entre Concepción Ybarra y Fernando Zabalburu. Ramón Icaza Zabalburu, marido de Pilar Aresti, senadora del PP, es consejero de Iberdrola y lo era del BBVA. Es socio de los Ampuero en negocios inmobiliarios. Knörr. Tradicional familia que fabrica los caldos y sopas que llevan su apellido. Su miembro más conocido es Román Knörr que actualmente preside la patronal Vasca Confebask. Lezama-Lequizamón. Familia vinculada históricamente a la minería y apellido que da nombre a uno de los palacios de Neguri y a un polígono industrial. Luis Lezama-Lequizamón Dolagaray (1952), licenciado en Derecho, es consejero de Metrovacesa y del Grupo Recoletos y lo fue del BBVA. Su abuelo fue consejero del Banco de Bilbao y su padre ocupó la vicepresidencia. Lipperheide. Familia que se enriqueció a principios del siglo XX en el sector químico con empresas como Sefanitro, Petronor, Compañía Española de Plásticos, Española de Zinc y Andaluza de Piritas. José Lipperheide Henke nació en Alemania en 1906 y a los 17 años se trasladó a Vizcaya con su familia. Fue un incesante creador de empresas, entre las que cabe mencionar la primera, Lipperheide y Guzmán, que en la década de los 80 devino en Industrias Reunidas Minero-Metalúrgicas; Derivados del Flúor, Alco-Técnica y San Telmo Ibérica Minera. Su sobrino Federico Lipperheide Wicke (ya fallecido), presidió la Academia Vasca de Gastronomía y fue vicepresidente del Banco de Vizcaya y consejero del BBV, entre otras empresas. Martínez Rivas. José María Martínez Rivas fundó en 1888 los Astilleros del Nervión, primera industria naval del País Vasco. El primer encargo fue del Estado: la construcción de tres grandes acorazados destinados a la Armada española. Muguruza. En sus primeros tiempos no eran industriales, sino comerciantes. Luego descubrieron el negocio del armamento y se enriquecieron con la fábrica de armas La Esperanza. Fue una de las familias más ricas del Banco de Vizcaya. Ignacio Muguruza Garteizgogeascoa es consejero de Metrovacesa y su hermano Ricardo lo fue del BBVA, además de prisidir la comisión de control del banco. Sendagorta. El más notorio representante de esta dinastía en la actualidad es Enrique Sendagorta y Aranburu (Plencia, Vizcaya, 1924), ingeniero naval y ex consejero del BBVA. En 1956 fundó Sener, la primera compañía de ingeniería de España, presidida por su hijo Jorge Manuel Sendagorta Gomendio. Tras crear y dirigir la Asociación de Astilleros Construnaves y pasar por dos direcciones generales en el Ministerio de Comercio (1960-1963), se internó de nuevo en el sector naval, y en 1976 fue nombrado consejero delegado del Banco de Vizcaya y, luego, vicepresidente. Es consejero de Petronor, empresa que presidió, y de Marítima del Norte. Sota. La rama más nacionalista de Neguri. Ramón de la Sota y Llano (1857-1936), licenciado en Derecho, siguió el negocio de sus padres, las ferrerías, el comercio con Iberoamérica y los préstamos. Fruto de la alianza que estableció con su primo Eduardo Aznar de la Sota, fue la fundación de varias compañías mineras, la naviera Sota y Aznar, producto de la fusión en 1906 de 25 sociedades, y la Compañía Euskalduna de Construcción y Reparación de Buques, que se integró en Astilleros Españoles. Su flota de barcos era de las más importantes de la España de la época. Asimismo, participaron en la creación del Banco de Comercio en 1891 y la Sociedad de Seguros La Polar. A finales de la década de 1920 y en unión de su consuegro Pedro Mac Mahón, Ramón de la Sota tomó el control de la empresa Franco española de Alambres, Cables y Transportes Aéreos, y en 1917 fundó la Compañía Siderúrgica del Mediterráneo, que acabó siendo absorbida por su rival, Altos Hornos de Vizcaya. Su hijo Ramón de la Sota y Aburto (1887-1978) entró sobre 1930 en el Consejo de Administración del Banco de Vizcaya, lo que permitió a la familia extender sus dominios hacia el sector eléctrico y crear General Eléctrica Española. Entre su frenética actividad asociativa, se encuentran la creación de la Cámara de Comercio de Bilbao, la Unión Minera de España y la Asociación de Navieros de Bilbao. El 1937, tras la caída de Bilbao, el general Mola se incautó de todos sus bienes por haber sido destacado miembro del partido Liberal Fuerista y por su clara vinculación con el PNV. El control del grupo Sota y Aznar pasó a manos de los Aznar (nada que ver con la familia paterna del presidente del Gobierno). Ybarra. El patriarca de esta prolífica familia, José Antonio Ybarra de los Santos, se instaló en Bilbao en 1801, procedente del valle de Somorrostro. En 1828 impulsó la creación de Ybarra, Mier y Compañía (comercio de mineral) y levantó varias fábricas siderúrgicas que fueron el germen de Altos Hornos de Vizcaya. Pero es con Tomás de Zubiría e Ybarra (1857-1932) y su primo Fernando María Ybarra de la Revilla, cuando tomó impulso el imperio familiar, del que formaba parte el Banco de Bilbao, creado a mediados del XIX. Ambos compartieron estrategia empresarial y fueron genuinos representantes del concepto de oligarquía. No sólo estaban presentes en la industria y las finanzas, sino también en los medios de comunicación. El Pueblo Vasco, germen de lo que hoy es el Grupo Correo, además de yates y palacios, era suyo. Diezmada la familia Ybarra por la Guerra Civil, la sexta generación, que se mantiene en la actualidad, tomó las riendas de los negocios en los años 60. Los hermanos Emilio y Santiago Ybarra y Churruca (Getxo, Vizcaya, 1935) y Fernando Ybarra López-Dóriga (recientemente fallecido), entre otros, ocupan cargos de máxima responsabilidad en Iberdrola, Sevillana de Electricidad, Grupo Correo y, hasta la semana pasada, en el BBVA. Uno de los hijos de Ybarra de los Santos, José María Ybarra Gutiérrez de Cabiedes (1816-1878), primer conde de Ybarra, se trasladó a Sevilla en la década de 1840. Y allí puso los cimientos de otro sólido grupo empresarial (barcos, explotaciones agricolas e inversiones mineras) que heredaron sus hijos. El más joven de ellos, Ramón Ybarra González (1851-1925) creó la naviera Vasco Andaluza de Transportes Marítimos, hoy Ybarra y Cía., presidida por Juan Ybarra Mendaro. También fundaron Trasatlántica. Los negocios de minas los centraron en La Hispalense y se aventuraron en el sector financiero, participando en la creación del Banco de Andalucía. Los Ybarra sevillanos compraron acciones de Altos Hornos de Bilbao y se hicieron con el transporte de los productos siderúrgicos para su naviera. Se mezclaban así, en los negocios, con losYbarra vizcaínos. Zubiría. El primer conde de Zubiría, Tomás de Zubiría e Ybarra (1857-1932), un “conde siderúrgico”, en expresión de Miguel de Unamuno, fue un destacado empresario de la siderurgia, la metalurgia y la contrucción naval. Por medio de Ybarra y Compañía, montó en Baracaldo la Fábrica de Nuestra Señora del Carmen, con tres altos hornos y la sociedad Altos Hornos y Fábrica de Hierro y Acero de Bilbao, gérmenes de lo que luego fue Altos Hornos de Vizcaya, empresa que presidió, lo mismo que la Sociedad Española de Construcción Naval, durante casi tres décadas. Fueron éstas en aquellos años dos de las empresas industriales más importantes del país. A su actividad siderúrgica y naviera (también participó en el comercio de productos químicos con la sociedad Arrola, Arisqueta y Compañía), unió la financiera. En 1901 se unió como socio fundador a la constitución del Banco de Vizcaya (el Banco de Bilbao se había creado en 1856). Juan Manuel de Zubiría y Uhagon era consejero del BBVA. |
Generación de 1914 es una etiqueta historiográfica que designa a un grupo generacional de escritores españoles intermedio entre las generaciones de 1898 y de 1927. El término fue acuñado por Lorenzo Luzuriaga, pedagogo y miembro de la Liga de Educación Política, en un artículo de 1947 donde reseña las Obras Completas de José Ortega y Gasset. Eligió ese año por ser en el que apareció el primer libro importante de Ortega (Meditaciones del Quijote) quien, también en el mismo año, se confirmó como un intelectual con gran presencia pública gracias a su conferencia sobre Vieja y nueva política.[1] El indiscutible prestigio del filósofo hace que se la denomine también generación de Ortega.
A ella pertenecerían los nacidos en torno a 1880 y que comenzaron su actividad literaria ya en el siglo XX, alcanzando su madurez en los años próximos a 1914. Entre ellos se cuentan, además de Ortega, Gabriel Miró, Ramón Pérez de Ayala, Manuel Azaña y Gregorio Marañón;[2] y desde planteamientos estéticos distintos, pero en ciertos puntos comparables, el poeta Juan Ramón Jiménez y el inclasificable vanguardista Ramón Gómez de la Serna. También se les conoce como novecentistas o generación del novecientos, por su coincidencia con el movimiento que Eugeni d'Ors, desde Cataluña, definió como noucentisme. Es característico en la mayor parte de ellos la elección del ensayo y del artículo periodístico como vehículo esencial de expresión y comunicación.
El acontecimiento más relevante de 1914, el estallido de la Primera Guerra Mundial (1914-1918), fue especialmente significativo para esta generación, a pesar de no marcarla de manera tan decisiva como a las equivalentes de los países que sí intervinieron militarmente (y que no suelen designarse como generación de 1914, sino con otros términos -lost generation,[3] generation du feu[4] -). La neutralidad de España en este conflicto trajo consecuencias sociales, políticas y económicas (crisis de 1917) y en el plano intelectual desencadenó la división entre los partidarios de las potencias centrales (germanófilos) y los de sus enemigos (francófilos y anglófilos). Este debate vino a prolongar la anterior polémica entre españolizar Europa o europeizar España mantenida especialmente por Unamuno y Ortega y que se conoce por el lema unamuniano ¡Que inventen ellos!; y la existente entre el regeneracionismo y el casticismo, de raíces aún más antiguas.
En gran medida son comunes a las del grupo noucentista (véase Novecentismo#Características).
- Racionalismo y sistematización. Frente a la generación anterior, del 98, autodidacta y anarquizante, e influida por corrientes filosóficas irracionalistas o vitalistas; los miembros de la generación del 14 se caracterizan por su sólida formación intelectual y por la sistematización de sus propuestas.
- Frente al ruralismo de la generación de 1898 (que buscaba en el paisaje y el paisanaje, especialmente el de Castilla, la esencia de lo español), la atención se vuelve hacia la ciudad y los valores urbanos (civiles y civilizadores).
- Europeísmo y concepto de España. Se sienten atraídos por la cultura europea y analizan los problemas de España desde esa nueva perspectiva. Su propuesta consiste en modernizar intelectualmente el país. Desde ese punto de vista, sus aportaciones al llamado debate sobre el Ser de España van en un sentido distinto al de la generación precedente (generación de 1898), aunque no hubo una postura generacional común; ni siquiera entre los que formaron parte de la Agrupación al Servicio de la República (Marañón, Pérez de Ayala y Ortega) con los que se implicaron en el gobierno de ésta (Azaña), y sobre todo después de la Guerra Civil Española, en que los debates mantedidos durante el exilio republicano caracterizaron la actividad intelectual de personalidades como Américo Castro y Claudio Sánchez Albornoz.
- Activismo transformador y búsqueda del poder. Incorporación a la vida activa y oficial para aprovechar los resortes del poder en la transformación del país. Consideran que su propuesta de cambio no puede limitarse a quedar expuesta en sus escritos, sino que debe realizarse desde el poder. De ahí que participen activamente en la vida política y social de España.
- Intelectualismo. El rechazo del sentimentalismo y de la exaltación personal les lleva al análisis racional del arte, incluso en poesía.
- Esteticismo y deshumanización del arte (expresión acuñada por Ortega en el título de uno de sus ensayos, de 1925). Ese arte deshumanizado que para Ortega es el arte moderno no alude precisamente al de comienzos de siglo sino al de las vanguardias del periodo de entreguerras; un arte puro o arte por el arte que en literatura produce la denominada poesía pura. Que el arte haya de perseguir como finalidad única el placer estético no era una idea nueva, encontrándose ya en el parnasianismo francés del siglo XIX.
- Clasicismo. Los modelos clásicos, griegos y latinos, se imponen de nuevo y la serenidad se convierte en factor estético dominante.
- Formalismo (preocupación por la forma). Su estética tiene como principal objetivo la obra bien hecha. Ese anhelo conduce a la depuración máxima del lenguaje, a la perfección en las formas y a un arte para minorías.
- Elitismo, consecuencia de lo anterior.
- Concepto de vanguardia estética, intelectual y social: el cambio ha de venir desde arriba, desde una minoría (Juan Ramón Jiménez hizo famosa su dedicatoria a la minoría, siempre), lo que justifica la opción por una literatura difícil, para minorías, elitista e incluso evasiva (es decir, una separación entre vida y literatura que evada al artista de la realidad, encerrándolo en una torre de marfil[5] -el mismo Juan Ramón procuraba abstraerse de toda influencia externa, incluso sensorial, encerrándose físicamente para crear-[6] ); pero también produce otra opción: la de proyectar ese cambio estético en una transmutación de la sensibilidad de la mayoría, que mejore la percepción y el acceso de las masas hacia la cultura y la ciencia. La relación con las masas mantuvo por tanto una difícil dialéctica, presente en la obra de Ortega (La rebelión de las masas, su famoso No es esto, no es esto,[7] ante la no coincidencia de sus proyectos ilustrados y la realidad de la Segunda República). Las ideas no eran estrictamente nuevas, y provenía del krausismo y la Institución Libre de Enseñanza; y tampoco se restringieron al noucentisme o a la generación del 14. De hecho, su realización efectiva correspondió a los jóvenes de las generaciones siguiente (la del 27, con las Misiones Pedagógicas y La Barraca, en el contexto de la Segunda República; y la generación de 1936, en el contexto trágico de la Guerra Civil y la simultánea revolución social -Miguel Hernández-). La poesía social de la posguerra invirtió el lema juanramoniano y dedicaba su obra a la inmensa mayoría (Blas de Otero, 1955). Si el modernismo había vivido, sobre todo, la crisis ideológica, los hombres de la generación del 14 vivirán la crisis socio-política.
Nómina
Forman parte de la generación de 1914 los ensayistas José Ortega y Gasset, Eugenio d'Ors, Manuel Azaña, Gregorio Marañón, Salvador de Madariaga, Claudio Sánchez Albornoz, Américo Castro, Manuel García Morente, Rafael Cansinos Asséns, Ramón de Basterra, Corpus Barga y Pablo de Azcárate; los novelistas Gabriel Miró, Ramón Pérez de Ayala, Benjamín Jarnés, Wenceslao Fernández Flórez y Félix Urabayen; el dramaturgo Jacinto Grau; los poetas Juan Ramón Jiménez y Josep Carner; o el polifacético Ramón Gómez de la Serna.Hay una notable presencia de mujeres en la generación, que contó con las primeras que pudieron tener una formación universitaria, como María Goyri (ensombrecida por la figura de su marido, Ramón Menéndez Pidal), Zenobia Camprubí (con un destino semejante, junto a su compañero Juan Ramón), la pedagoga María de Maeztu o las feministas paradójicamente enfrentadas Clara Campoamor y Victoria Kent. Otras destacarían entre los discípulos de Ortega, especialmente María Zambrano; aunque el propio Ortega, con una expresión muy significativa, atribuía a una mujer de una generación anterior, Matilde Padrón, la condición de ser la mujer más inteligente que había conocido.[8]
Véase también: Historia de la ciencia y la tecnología en España#La incorporación de la mujer a las instituciones culturales españolas del siglo XIX
La integración de muchos autores en una u otra generación no es muy evidente. Algunos, como José Bergamín, están más cercanos generacionalmente al 27 pero a veces se clasifican dentro de la generación de los ensayistas; mientras que otros, como León Felipe, aun estando cercanos en edad al grupo del 14, a veces se clasifican dentro de la generación de los poetas.Artistas plásticos
Mientras que el noucentisme, tal como lo definió D'Ors, tiene una explícita manifestación en las artes plásticas (el denominado mediterraneísmo); la generación del 14 no define a un grupo de artistas con una identidad concreta, más allá de un genérico vanguardismo o un cierto eclecticismo, manifestado en la exposición fundacional en el movimiento vanguardista en España: la de la Sociedad de Artistas Ibéricos en 1925.[9] Aunque por edad correspondería incluir en esta generación a Pablo Ruiz Picasso (nacido en 1881), su trayectoria artística supera con mucho cualquier encuadramiento. El panorama artístico de las dos primeras décadas del siglo estuvo presidido por pintores procedentes del siglo anterior (Ramón Casas, Anglada Camarasa, Sorolla y Zuloaga); coetáneos de los literatos del 14 fueron los pintores Juan Gris, Daniel Vázquez Díaz y José Gutiérrez Solana (unos años mayores, menos vanguardistas, pero de mucho más éxito en la época, Julio Romero de Torres y Josep Maria Sert), así como los escultores Josep Clarà, Julio González y Pablo Gargallo. Artistas de mayor proyección pertenecerán a la siguiente generación, ya influida por el surrealismo (Dalí, Miró).Sobre la memoria de la oposición antifranquistaMANUEL VÁZQUEZ MONTALBÁN*EL PAÍS, 26 / 10 / 1988
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